Mi nombre es Romanela Guzman. Roma, para los amigos.
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No estoy pasando por una de las mejores etapas en mi vida. Ayer por quinta vez me agarró otro de los ataques nerviosos que me vienen dando hace dos semanas. Enloquecí y arrastré conmigo portaretrato, peluche, foto en heladera, cartas que decían "te amo" y perfumes importados regalados, que encontré en el camino.
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Fui dejada recientemente. Y digo dejada porque fue en contra de mi voluntad. Fue una especie de violación a mis elecciones, a mis sentimientos y a mis ganas de tener sexo seguido y seguro.
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Alan fue mi primer novio. Lo conocí en la secundaria, y en quinto año nos pusimos de novios. Fui de viaje de egresados con él, a la universidad estando con él, me recibí estando con él, encontre mi primer trabajo estando con él, y ahora recibo mis 30 años sin él (y él acompañando ahora a una de 20)
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Alan siempre fue un excelente amante y pareja. Teniamos sexo por orificio que sirviera y en el lugar que se pueda. Haciamos intercambio de roles, jugabamos a diferentes papeles, nos vestiamos, gritabamos, lo haciamos en silencio, solos o con su abuela durmiendo en la habitación de al lado.
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Alan me regalaba perfumes importados y prendas de diseñadores. Alan hacía de mi una señorita con estilo. Alan me presentó a su familia y me regaló un anillo. Alan me tapaba cuando yo me destapaba en el invierno, y me prendía el ventilador de techo en el verano.
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Alan empezó a acostarse con zorra que se le cruzara en el camino. Alan le agarró gustito a la noche. Alan dejó de cojerme. Alan empezó a cojerse a mis amigas.
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Alan me dejó. El hijo de puta me dejó. Ahora soy soltera. Soltera por segunda vez en mi vida. Soltera y con treinta años.
Roma