domingo, 30 de enero de 2011

UN NUEVO LUGAR LLAMADO ¿HOGAR?

Me mudé junto con Sil. Ella había quedado sola porque su compañera de cuarto decidió casarse, y yo había quedado sola porque mi compañero de vida no había decidido casarse, o al menos no conmigo. Así que ahí me encontraba yo, con mis tres maletas, un potus y el camión de la mudanza estampado contra una columna de concreto. Si, la vida me pedía a gritos que empezara de cero.
De los muebles no se salvó ninguno y gran parte de los electrodomésticos sufrieron un robo colectivo, y pasaron a mejor vida en otros hogares. Al menos ellos iban a poder cumplir con su misión en la vida: servir para cocinar y no como adornos que uno saca antes que vengan los invitados a cenar comida "casera". (A mi entender, que compre la comida en una rotisería no es motivo para no llamarla "casera"), Mientras, yo seguía sin cumplir mi misión en la vida: mi mano no tenía ningún anillo y el reloj biológico iba a mil por hora.
Así es que dejé mis escasas pertenencias en la habitación que me correspondía, respiré profundo y me relaje en ese paraíso de grasas trans de un séptimo piso. Quizás algo bueno podía salir de todo esto.

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